EL PP I LA 'BULOSFERA' NEGUITOSOS PER LA COMPETENCIA


La sociedad española tiene un problema del que no todos los ciudadanos parecen ser conscientes; sufrirlo, sí lo hace la mayoría. El clima propiciado por la derecha y sus tentáculos mediáticos y judiciales ha convertido la convivencia en algo invivible. Son soflamas golpistas continuas, unos insultos de tal calibre que deberían arrojar a sus autores directamente a un calabozo. Buena parte de nosotros les entendemos perfectamente: quieren el poder a toda costa y caiga quien caiga y se emplean a fondo con todo tipo de trampas de su amplio repertorio.

Ellos no entienden a los ciudadanos normales, demócratas, decentes, o no les importan en lo más mínimo. Por eso hay que explicarles que no tienen derecho a amargar la vida a todo un país -a salvo de sus cómplices y algunos millones de adictos- para conseguir lo que las urnas no les han dado. Que es inadmisible la crispación en la que hacen vivir a la sociedad. Y en el temor de que, así, de una forma tan sucia, consigan su propósito y tumben al Gobierno. Seríamos todos valencianos en manos de Mazón, o ancianos en las residencias de los horrores de Ayuso. Por no alargar la lista con los trenes de Atocha, el metro de Valencia, y tantas otras cosas. Toda España sujeta a los mismos baremos. Miren lo que han hecho sus correligionarios (en política y en trampas) Milei en Argentina o Trump en Estados Unidos para ver el modelo.

Las mejores cifras de empleo en 17 años, pero si cree el Gobierno que con eso puede disipar la marea negra que extienden el PP y sus cómplices, está equivocado. Nadie pensó que un delincuente convicto de una treintena de delitos pudiera ser presidente de los Estados Unidos y ahí lo tienen, destruyendo la democracia de su país y la economía mundial. Se aupó con una interminable cadena de bulos.

Un memorable artículo de Javier Valenzuela repasaba en 2018 las mentiras que desde Procopio en el siglo VI al trío de las Azores en 2003, desde el magnate de la prensa amarilla William Randolph Hearst –que prendió la mecha de la guerra de 1898–, a la conspiranoia del 11M de Pedro J. Ramírez en El Mundo, han existido y causado un daño inmenso. Con Trump se dio el pistoletazo de salida para una nueva fase que encuentra un aliado impagable en las redes sociales y una sociedad infantilizada en amplios sectores, crédula, que prefiere engullir mentiras a buscar razones a lo que le cuesta entender.

No es solo la manipulación y la trampa, en su afán de poder por cualquier medio y forma, el PP ha extendido el odio en la sociedad. Uno de los sentimientos más intensos que en reacción termina siendo contagioso. Y dañino.

“El odio es en sí una mentira. Hace el silencio, instintivamente, en torno a toda una parte del hombre. Niega lo que, en cualquier hombre, merece compasión. Miente, por lo tanto, esencialmente sobre el orden de las cosas”, reflexionaba el Premio Nobel de Literatura. Albert Camus. Y es verdad. Pero aún más, si cabe, cuando concluye: “Allí donde prolifere la mentira, la tiranía se anuncia o se perpetúa”. Fue en 1951 y se ha demostrado radicalmente cierto. Rosa María Artal en el diario.es

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